DE EL MERCURIO.COM
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LOS PROPIOS ESTUDIANTES DE LA U. COMENZARON A LIMPIAR LAS DEPENDENCIAS Y LA FACHADA DE CASA CENTRAL LUEGO DE CINCO MESES DE "TOMA".
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CONFECH CIERRA FILAS CON UNIVERSIDADES ESTATALES POR APORTE FISCAL ESPECIAL.
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EJECUTIVO INTENTARÁ HOY CERRRAR ACUERDO CON LA OPOSICIÓN EN EL SENADO PARA APROBAR PRESUPUESTO DE EDUCACIÓN.
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REFLEXIONES DE CRISTIÁN WARKEN SOBRE LA U. DE CHILE
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Jueves 24 de Noviembre de 2011
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¡Ceacheí!
A horas de la aprobación o rechazo de la partida de Educación del Presupuesto de la Nación, es bueno preguntarse por qué llegamos a este punto ciego en el que está hoy el país.
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Todo empezó cuando el Presidente de la República declaró a viva voz que "éste va a ser el año de la educación superior".
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Como suele ocurrir, la realidad desbordó con todo su fragor y cauce heraclitiano el voluntarismo de una idea mesiánica de escritorio, la de la "revolución educacional" acuñada por Piñera.
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Todo empezó cuando el Presidente de la República declaró a viva voz que "éste va a ser el año de la educación superior".
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Y lo fue, pero no como lo había él pauteado. .
Como suele ocurrir, la realidad desbordó con todo su fragor y cauce heraclitiano el voluntarismo de una idea mesiánica de escritorio, la de la "revolución educacional" acuñada por Piñera.
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El Presidente venía con un propósito no confesado bajo el brazo: el de terminar por desmantelar la ya frágil y aporreada educación pública y reemplazar la idea del "Estado docente" por la de la "sociedad docente".
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Hay ideas que pueden ser teóricamente buenas y funcionan muy bien en los laboratorios intelectuales de Harvard o de la Universidad de Chicago, pero aplicadas mecánicamente a la realidad pueden ser más incendiarias que las bombas molotov de los más exaltados encapuchados.
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Hay ideas que pueden ser teóricamente buenas y funcionan muy bien en los laboratorios intelectuales de Harvard o de la Universidad de Chicago, pero aplicadas mecánicamente a la realidad pueden ser más incendiarias que las bombas molotov de los más exaltados encapuchados.
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El Presidente y sus ministros terminaron por lanzar parafina a un incendio que pudo haberse contenido si se hubiera actuado desde el primer minuto con más prudencia y con más conocimiento de la historia de Chile.
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Pero el Presidente y sus equipos son en su mayoría egresados de la Católica y de Harvard. .
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Excelentes universidades, por lo demás (yo estudié en una de ellas), pero con una grave carencia: son demasiado perfectas, y la realidad y la vida no son perfectas como las teorías. .
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Pero el Presidente y sus equipos son en su mayoría egresados de la Católica y de Harvard. .
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Excelentes universidades, por lo demás (yo estudié en una de ellas), pero con una grave carencia: son demasiado perfectas, y la realidad y la vida no son perfectas como las teorías. .
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Estudiar en Harvard y la Católica es muy distinto de haberlo hecho en las tan denostadas universidades estatales, laicas y públicas, y especialmente en la Universidad de Chile. Esta última institución acaba de cumplir 169 años, y su historia se confunde con la de la República. Pero una cierta élite dirigente ha incubado contra ella un resentimiento que me cuesta entender.
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Tal vez los agitados años 60 y 70, con los vientos sobreideologizados de entonces, traumatizaron a muchos con la idea de que ahí se refugiaba un ultrismo violentista sobregirado en revoluciones. Es cierto que en los jardines del Pedagógico (tan fértiles entonces como los Jardines de Epicuro) circulaban algunos melenudos y a veces desaseados militantes pekinistas, trotskistas o chiitas del "imán" Althusser, pero junto a ellos también había conspicuos heideggerianos, tomistas de viejo cuño, alumnas de las Ursulinas y del Liceo 1, porque la Chile era un espacio de diversidad y celebración de la diferencia.
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Juan Guillermo Tejeda, un irredimible republicano, ha descrito con ironía y ternura ese mítico tiempo en su libro autobiográfico "La señora Lucía, Allende y yo".
Estudiar en Harvard y la Católica es muy distinto de haberlo hecho en las tan denostadas universidades estatales, laicas y públicas, y especialmente en la Universidad de Chile. Esta última institución acaba de cumplir 169 años, y su historia se confunde con la de la República. Pero una cierta élite dirigente ha incubado contra ella un resentimiento que me cuesta entender.
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Tal vez los agitados años 60 y 70, con los vientos sobreideologizados de entonces, traumatizaron a muchos con la idea de que ahí se refugiaba un ultrismo violentista sobregirado en revoluciones. Es cierto que en los jardines del Pedagógico (tan fértiles entonces como los Jardines de Epicuro) circulaban algunos melenudos y a veces desaseados militantes pekinistas, trotskistas o chiitas del "imán" Althusser, pero junto a ellos también había conspicuos heideggerianos, tomistas de viejo cuño, alumnas de las Ursulinas y del Liceo 1, porque la Chile era un espacio de diversidad y celebración de la diferencia.
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Juan Guillermo Tejeda, un irredimible republicano, ha descrito con ironía y ternura ese mítico tiempo en su libro autobiográfico "La señora Lucía, Allende y yo".
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El resto de la historia la conocemos: el país quedó empantanado en los abismos de la intolerancia y la polarización, el Pedagógico (*) le fue arrancado de cuajo a la Universidad de Chile, y unos draconianos decretos de la década de 1980 la convirtieron en rehén del control militar, primero, y después de la Contraloría.
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La élite, que antes estudiaba en la Chile, fue a refugiarse en sus condominios físicos y mentales, y el Estado dejó agonizar en cámara lenta a las universidades estatales.
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La élite, que antes estudiaba en la Chile, fue a refugiarse en sus condominios físicos y mentales, y el Estado dejó agonizar en cámara lenta a las universidades estatales.
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De la Universidad de Chile se podría decir lo que dijo el poeta César Vallejo de sí mismo: "Le pegaban/ todos sin que él (ella) les haga nada...".
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El Presidente y sus técnicos de Chicago y Harvard, tres décadas después, levantaron otra vez la mano para golpearla. Craso error: ahora tienen que meterse esa misma mano al bolsillo para pagar el costo de sus arrebatos mesiánicos, nacidos de su desconocimiento profundo de la historia de la educación en Chile y, además, poner la otra mejilla.
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El Presidente y sus técnicos de Chicago y Harvard, tres décadas después, levantaron otra vez la mano para golpearla. Craso error: ahora tienen que meterse esa misma mano al bolsillo para pagar el costo de sus arrebatos mesiánicos, nacidos de su desconocimiento profundo de la historia de la educación en Chile y, además, poner la otra mejilla.
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Le regalo un consejo gratis al Presidente: en su próximo gabinete meta más ministros de la Chile y con más calle (más Longueiras, Mañalichs u Ossandones), para que La Moneda se parezca más a los Jardines del Pedagógico de los 70 que a un colegio particular de niños buenos, pero ingenuos e imprudentes a la hora de gobernar el Chile real..
.(*) N.E. Mediante los mismo decretos se desgajó a la U. de Chile de aquellas carreras que se consideraron "peligrosas", (Trabajo Social, Diseño, Bibliotecología y otras) enviándolas al naciente IPS a cargo del Coronel (R) Luis Ortíz Lorenzo.
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REFLEXIÓN DE GENARO ARRIAGADA SOBRE EL ULTRISMO
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TribunaJueves 24 de Noviembre de 2011
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Caminando hacia los extremos
Genaro Arriagada
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Un análisis objetivo que comparara la situación política del país de hace noventa días y la de hoy, destacaría como su rasgo dominante el creciente predominio de las fuerzas que buscan la polarización.
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Desde luego están aquellos grupos violentos que se han pegado al movimiento estudiantil como una bacteria tóxica, que lo carcome, y que ahora parecen decididos a "acompañar" cualquier manifestación de la oposición, la condena del homenaje a Krassnoff o lo que sea. El rol de estos grupos ha sido analizado una y otra vez en la historia. Muestran un grave déficit en sus intenciones y una bancarrota en sus resultados.
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Si lo que buscan es la reforma de la educación ¿cómo es posible sostener acciones que consisten en la quema de buses, el saqueo de pequeños comercios o la destrucción de salas de clases, computadores y laboratorios en liceos y universidades? Y si el propósito es protestar contra la provocación que significa un homenaje a un criminal condenado a más de cien años de cárcel ¿cómo entender que el medio sea la violencia, que es justamente lo que se ubica en las antípodas de la cultura de los derechos humanos?
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Pero más allá de sus intenciones, esos actos, en sus resultados, sólo favorecen a las fuerzas más reaccionarias de la sociedad. Con sus acciones -que llegan cada noche a nuestros hogares por la TV- acarrean a decenas de miles de personas de buena fe a alinearse con las posiciones de derecha. Las pedradas, la destrucción de la señalética en las calles, la veneración estúpida de "la bomba molotov" (cuando ya hace cien años no significa nada), son el mayor inconveniente que hoy enfrenta la movilización social.
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En el extremo opuesto del escenario político, la derecha dura -que es minoritaria, pero que hiberna en sectores del Gobierno y sus partidos- se frota las manos, pues percibe, con razón, ganancias políticas cercanas. A lo largo de la historia, el miedo a la asonada y la amenaza de inseguridad han sido un factor de unidad de las fuerzas conservadoras y una de las palancas de su crecimiento.
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Estos desórdenes -que son estridentes pero jamás botarán a un gobierno-, cuando se hacen indiscriminados y a ratos cotidianos, crean un miedo a las tendencias anárquicas que emergen, irresponsables, anónimas, desde la sociedad y, entonces, los hombres y mujeres comunes se vuelven a favor de discursos de "mano dura".
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El cultivo de la violencia callejera hace que el pueblo se exaspere con los partidos democráticos y busque a sus contrarios, a los cultivadores del orden por el orden. .
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La derecha más reaccionaria, descubre un espacio. El homenaje a Krassnoff repugna, pero no es un exabrupto. Su propósito no ha sido ofender a los grupos de derechos humanos, sino cambiar el eje de los partidos de Gobierno, impulsándolos hacia posiciones extremas. Es una "movida táctica" que intenta construir un liderazgo de ultraderecha en torno del alcalde de Providencia, lograr un reagrupamiento de quienes no creen en la democracia, tienen nostalgia de la dictadura y sueñan con dar un cauce político a "la familia militar".
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Pero al igual como ocurre con "los encapuchados", esta fracción ultra, enquistada en los partidos de la Alianza, tendrá como resultado favorecer a sus opuestos: revivirá en el imaginario colectivo la peor cara de la derecha, su compromiso con un pasado autoritario y violento que la aísla de un voto de centro, sin el cual está condenada a ser una fuerza importante pero minoritaria.
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En tanto, quienes defienden -en ambos lados del espectro- una política caracterizada por un sentido de la proporción y la justicia, la tolerancia, la competencia a través de las instituciones (que es urgente reformarlas), pasarán tiempos difíciles, a menos que en el ámbito de su influencia logren condenar y aislar, política y moralmente, a quienes desvirtúan su acción y su mensaje.
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