¡¡ QUIENQUIERA QUE ESTÁ LIBRE DE CULPA, QUE TIRE LA PRIMERA PIEDRA ¡¡
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Muchas veces hemos escuchado la frase anterior, que apela a la sabiduría y prudencia personal, frente a acontecimientos difíciles de aceptar y al deseo de culpar a alguien por las nefastas consecuencias de nuestros actos y, particularmente de nuestras omisiones.
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Sin embargo, el movimiento de la historia nunca se realiza sin que muchos tengan que pagar altos costos personales y sociales que benefician a las grandes mayorías nacionales.
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Hoy, frente a la crisis que debe enfrentar la Educación Superior Estatal como consecuencia del intento de sus estudiantes para corregir algunas de los desastrozas estructuras del sistema educacional, es necesario enfrentar los costos de este esfuerzo asumiendo duras decisiones que disminuyan el costo individual y familiar de tres o más meses de paros y tomas de los establecimientos universitarios.
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Sin duda, muchas de las medidas propuestas pueden parecer poco ortodoxas y "estrictamente académicas", sin embargo, no puede olvidarse que lo académico se da inserto en los procesos de aprendizaje colectivos, de igual modo que los paros y tomas que contribuyeron al retorno de la Democracia, permitieron al país algunos aprendizajes importantísimos para fundar el desarrollo económico y social que hemos vivido posteriormente.
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Obviamente, esos aprendizajes y sus resultados no fueron suficientes. Y, ha sido y será necesario realizar muchos esfuerzos más para ir superando las fallas estructurales de nuestra sociedad marcada profundamente desde sus inicios por las diferencias sociales y económicas.
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Lamentablemente, en estos proceso se cometen errores colectivos e individuales que incrementan los costos de salida de los conflictos y que aunque deben pagarse, la prudencia señala que estos pagos deben realizarse en las mejores condiciones posibles para los afectados.
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En ese contexto deben entenderse las medidas extraordinarias que se están estableciendo para "regularizar" las actividades académicas de un semestre que estuvo a punto de perderse definitivamente con graves consecuencias personales para todos los miembros de la Comunidad UTEM y especialmente para la supervivencia de la Institución.
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Sin duda, no es este el mejor momento para realizar el análisis crítico de los errores cometidos y de las responsabilidades respectivas, pues ya habrá tiempo en el curso de los próximos Semestres para hacer esas duras evaluaciones e introducir las correcciones necesarias.
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Ahora corresponde ponerse a trabajar en el rescate de lo que pueda salvarse e iniciar el Segundo Semestre, enfrentando las tareas de la Acreditación, de cuyo resultado dependerá la posibilidad de que la UTEM pueda seguir siendo una Universidad Autónoma.
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EDITOR
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