sábado, 10 de diciembre de 2011

Indignaciones estériles

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DE EL MERCURIO.COM
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Sábado 10 de Diciembre de 2011

Jorge Correa Sutil
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Después de la elección de la FECh, los comunistas explicarán la derrota de Camila, tratando de que no se esfume del todo el aura de su emergente estrella; el Gobierno -motejado de "el enemigo"- dirá que no lo es de nadie, y que tiene la mejor disposición a dialogar con todos; algunos dirigentes de la Concertación atribuirán la inclinación más radical de los jóvenes a la intransigencia del Gobierno, y otros verán cambios de época en esta manifestación de preferencias juveniles. Yo percibo malas noticias.
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Algunos celebran que votaron 14 mil estudiantes, en condiciones que venían haciéndolo alrededor de 8 mil en las anteriores. A mí me parece que las actuales condiciones hacen escandaloso el vaso medio vacío: al cabo del año en el que la educación ha copado la agenda; en condiciones que el movimiento estudiantil, naturalmente liderado por la FECh, es el personaje indiscutido, y cuando todo indica que el tema no desaparecerá; en esas circunstancias, cuatro de cada diez estudiantes de la principal universidad chilena no se toman la molestia de votar; les resulta indiferente que gane la derecha gremialista, los comunistas o los partidarios del anarquismo. 
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No están dispuestos, ni se sienten en el deber de hacer una fila y elegir a quienes moldearán en algo el futuro de su universidad y el de sus hermanos. A cuatro de cada diez les da tedio o no tienen la humildad o la paciencia de sumarse anónimamente, como uno más a sus iguales, para concurrir colectivamente a legitimar a sus representantes.
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Los que no votan son los mismos que reclaman o en cuyo nombre se reclama la solidaridad. Los que exigen que, con cargo al patrimonio o al trabajo del resto, se les otorguen más beneficios, no están dispuestos a dar unos minutos de su tiempo para configurar el futuro del resto. ¿Seguiremos desde la política halagando a jóvenes que exhiben ese nivel de indolencia?.
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El nuevo líder de los jóvenes declara tener al Gobierno por enemigo. Desde hace años no escuchaba ese término en voz alta en la política chilena. De los enemigos nada debe aprenderse; si se mantiene con ellos algún diálogo es sólo por estrategia -por no ser autista, dice Boric- pero no por creer que el intercambio de ideas y razones pueda de verdad hacernos mejores. El enemigo es despreciable. 
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Las palabras, en esto como en casi todo, no son inocentes y rompen barreras que contienen emociones. De enemigos se nutrió no hace tanto la política chilena y el que salió ganando se decidió a extirpar el cáncer que representaban los otros. En esas luchas entre enemigos, hay siempre algunos en cuyos oídos esas palabras resuenan con aires de gesta y que se prestan al trabajo sucio. Ciertamente no hemos llegado a eso aún. Aún no, pero el nuevo dirigente electo saltó una valla importante, de las pocas que nos contienen a los humanos y nos inhiben de entrar al corral de las bestias, al que también nos inclinamos.
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El nuevo presidente de la FECh, cómo no, se sumó también a la popular diatriba contra los partidos políticos; aunque hizo la salvedad de que su crítica no es a su existencia en abstracto, sino a aquellos que tenemos hoy, incapaces de representar a la ciudadanía. Lo que no quieren oír los jóvenes es que en el mundo concreto en que habrán de vivir sus vidas, las democracias no perviven sin partidos políticos representativos y fuertes, y no hay motivo alguno para pensar que Chile vaya a ser la excepción. 
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A Gabriel y a los de su generación les quedan sólo tres alternativas y no mucho tiempo: fundar nuevos partidos; transformar por dentro los que hay o mantenerse en el mundo de los puros y sin mancha, de los indignados y de los plañideros. Si esta tercera termina siendo su opción -ojalá que no, pero no hay más alternativas- habrán de encontrarse, en algunos años, en el debate concreto y abstracto acerca de cómo es que se nos fueron de las manos los partidos y con ellos la democracia.

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