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DE EL MERCURIO.COM
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Tribuna
Jueves 27 de Septiembre de 2012
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Lo esencial tras el debate presupuestario para
Educación
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Gabriel Boric Font
Presidente FECh
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Tras casi dos años de movilizaciones por una reforma en el sistema educativo,
de maduración de la discusión y de una adhesión ciudadana que se ha expresado en
las calles y en reiteradas encuestas, es ya innegable que un mayoritario y
diverso espectro de la sociedad chilena reconoce las necesidades de nuestra
educación, a saber: fortalecer la educación pública en todos sus niveles, acabar
con el lucro y el negocio educativo (más aún si es con recursos públicos) y
democratizar nuestras escuelas y universidades, para así formar ciudadanos y
personas íntegros.
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Este domingo se cumple el plazo para la presentación del Presupuesto de la
Nación para 2013. .
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Tanto en la distribución como en los montos del presupuesto
dirigido a educación está en juego la posibilidad de enrielar el sistema
educativo a la satisfacción de las necesidades y expectativas que la sociedad
chilena tiene de ella. No depende sólo de si los recursos recaudados con el
ajuste tributario recién aprobado van a parar o no a educación, ni de si el
monto es mayor o no al de presupuestos anteriores. Depende, sobre todo, de que
se invierta la lógica que ha primado en la discusión del financiamiento en
materia educacional.
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Desde los 80 se ha aplicado, con fanatismo y poca atención a sus resultados,
la receta de concentrar los recursos en el subsidio a la demanda. Acentuar esta
tendencia producirá un aumento de la segregación, implicando además un
despilfarro de recursos públicos, pues no existe una real prohibición del lucro,
ni mecanismos para fiscalizarlo, ni -en el caso de la educación superior- una
regulación de la hoy arbitraria fijación de aranceles. Escándalos que
ejemplifican esto último sobran. Es cosa de ver cómo se ha beneficiado la banca
con el CAE o cómo los propietarios de escuelas con copago han lucrado
dilapidando las subvenciones.
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Nos dirán, robóticamente, que lo que hacen es favorecer "la libertad de las
familias para elegir dónde estudiarán sus hijos". No es así. Lo que en realidad
se consigue con el subsidio a la demanda, no es eso, sino lo inverso: favorecer
la libertad de instituciones con intereses particulares para elegir a quién
educan y por cuánto. Y, lo que es peor, ¡ con la venia y recursos del Estado!.
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Agudizan así lo que la OCDE ya dijo en 2004 del sistema educacional chileno, que
está "conscientemente estructurado por clases sociales", volviendo más, y no
menos, determinante la mediación del bolsillo en el acceso a una educación de
calidad.
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La libertad de elección está condicionada por la capacidad de pago y, como
bien sabemos, la distribución del ingreso en nuestro país es uno de los
elementos de los que debiéramos estar profundamente avergonzados. La única forma
de garantizar que las familias puedan dar una educación digna y de calidad a sus
hijos, es que ésta no dependa de sus recursos.
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Es, por tanto, la sociedad en su
conjunto la que debe garantizar esa libertad. Eso es la educación pública. Es el
espacio para construir integración social, para producir conocimiento y
profesionales al servicio del bien común, para forjar ciudadanía. Es eso lo que
una política presupuestaria responsable y a la altura de lo que la sociedad
plantea debe fortalecer y expandir, tanto en el nivel básico y secundario, como
también superior (universitario y técnico).
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A muchos, tanto en La Moneda como en la oposición, les gustaría que los
estudiantes nos hiciéramos a un costado del debate presupuestario. Dirán que ya
jugamos nuestro papel "poniendo el tema en debate", y que ahora les toca a ellos
hacerse cargo. No les daremos el gusto, porque a pesar de los remezones que
significaron las movilizaciones sociales de los últimos años, la excluyente
"política de los consensos" ha terminado celebrando acuerdos que apuntan a la
inversa de lo que la sociedad reclama.
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La reedición de ese actuar sólo ahondará
el desprestigio de la política. Y a nadie debiera sorprender que dicho
desprestigio se estampe en las elecciones que se avecinan.
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Los estudiantes de Chile no queremos seguir siendo meros espectadores de
acuerdos que nos son ajenos, queremos, por el contrario, ser protagonistas de
las soluciones que desde 2006 venimos exigiendo.
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